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Cortar con guadaña para controlar la maleza podría estar dañando su ganadería. ¿Por qué?

En el marco de Agroexpo 2025, un vocero de Corteva lanzó una advertencia que puso en tela de juicio una de las prácticas más extendidas en la ganadería tropical: el uso de la guadaña para controlar la maleza en los potreros. Según explicó el experto, lejos de ser una solución efectiva, esta herramienta podría estar generando pérdidas silenciosas en productividad animal y deterioro progresivo de los suelos.

“El control mecánico con guadaña no es selectivo; incluso puede llegar a ser contraproducente, ya que al cortar la maleza también se corta el pasto. Además, la maleza se corta de manera superficial, la raíz sigue viva y va a rebrotar, lo que resulta en una maleza más difícil de controlar posteriormente”, afirmó durante su intervención.

El planteamiento abrió un debate necesario. Lo que a simple vista parece un potrero limpio puede estar ocultando un problema mayor: un manejo inadecuado que favorece la aparición de malezas. En palabras del vocero, la proliferación de estas plantas refleja desequilibrios en la densidad de pastura, errores en el cálculo de la carga animal y procesos de degradación del suelo. “La maleza está ocupando el espacio que el pasto debería ocupar. Si hay maleza, es porque el cálculo de carga está mal: los consumos están desbalanceados con la carga animal, el pasto muere y la maleza brota”, explicó.

La advertencia no se limita a la estética de un potrero. Su impacto golpea directamente la nutrición y el desempeño del hato. El ganado, al encontrarse con menos pasto y más maleza, no logra suplir sus necesidades proteicas. “No es cierto que el animal lo resuelva comiendo lo que encuentre, ya que va a hallar más tallo que hoja, se daña la relación hoja-tallo, y el animal terminará consumiendo más lignina y menos proteína, lo cual impacta su desempeño”, puntualizó el representante de Corteva.

Los efectos, aseguró, son medibles y tienen consecuencias económicas claras: vacas con dificultades reproductivas, animales que no alcanzan la ganancia de peso esperada y lotes con problemas de finalización. “La mala selección del herbicida repercute en el negocio, que es vender un becerro recién parido o un animal terminado”, añadió.

Para respaldar sus afirmaciones, presentó un estudio desarrollado por Corteva en tres zonas ganaderas estratégicas del país —la costa húmeda de Córdoba, la costa seca del Atlántico y el Magdalena Medio— que comprobó que el uso de herbicidas totalmente selectivos al pasto favorece la recuperación del forraje, aumenta la disponibilidad de proteína y mejora de manera directa el rendimiento de los animales.

El especialista subrayó, además, que la aplicación de herbicidas selectivos debe entenderse como una estrategia de largo aliento y no como un recurso de emergencia. “La decisión de aplicar un herbicida no es de dos meses, sino de alrededor de dos años. Hay que pensar a largo plazo”, enfatizó. En ese mismo sentido, aclaró que los productos de acción prolongada no son tóxicos ni dejan residuos dañinos, como suele pensarse. “No significa que el producto sea muy residual en el suelo, simplemente que el herbicida hizo un control rápido y no permitió que la maleza semillara, generando una especie de taponamiento del suelo”, explicó.

Finalmente, hizo hincapié en que la competencia entre pasto y maleza comienza desde el primer día y que esa interacción condiciona la calidad del forraje. “Si un pasto está al lado de la maleza desde el día uno en que emerge, la fibra del pasto será más concentrada en lugar de la proteína. La proteína también es afectada por el clima”, concluyó.

El mensaje fue claro: lo que para muchos es una práctica rutinaria podría estar socavando, sin que lo noten, el verdadero motor de la ganadería: la eficiencia productiva de sus animales y la sostenibilidad de sus potreros.

Fuente www.contextoganadero.com

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