Por Luisa Rojas | 12 de junio de 2024
En el municipio de Tame, Arauca, los apicultores están revolucionando su práctica tradicional de producción de miel gracias a una innovadora colaboración con la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
La apicultura en Colombia es una actividad en crecimiento, con más de 3 000 apicultores y 130 000 colmenas que producen aproximadamente 3 800 toneladas de miel anualmente. La región de la Orinoquía juega un papel crucial, representando el 19% de la producción nacional con 711 toneladas. Sin embargo, el potencial de la apicultura va más allá de la miel, y en Tame, se están abriendo nuevas posibilidades gracias a la intervención de la UNAL.
Ana Isabel Moreno Flórez, ingeniera biológica y doctora en Biotecnología de la UNAL, oriunda de Arauca, ha liderado esfuerzos para transformar la apicultura en Tame. Desde 2018, en colaboración con la Asociación de Apicultores de Tame (Colmiel), Moreno ha impulsado proyectos que van desde la creación de enjuagues bucales hasta barnices dentales a partir del propóleo. «El propóleo de esta región tiene propiedades antimicrobianas excepcionales, debido a la riqueza floral local», señala Moreno.
El propóleo es una sustancia resinosa producida por las abejas que ha mostrado características únicas en Arauca, pues tienen una composición que podría ser valiosa tanto para la ciencia como para el mercado. «Las abejas de esta zona crean el propóleo a partir de los exudados y ceras de los árboles circundantes, lo que le da propiedades específicas que podemos explotar para innovaciones científicas y comerciales», explica Moreno.
Estas iniciativas han permitido a los apicultores de Tame comenzar a producir una variedad de innovadores productos apícolas. Por ejemplo, según Moreno, están explorando el potencial de la jalea real y otros derivados de la colmena en aplicaciones antimicrobianas en colaboración con la Facultad de Odontología de la UNAL.
Con estas nuevas técnicas y productos derivados, Tame se está convirtiendo en un modelo de cómo la innovación y la ciencia pueden transformar las prácticas tradicionales y abrir nuevos horizontes económicos para las comunidades locales.




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